27 sept 2010

El Último Tango. ( Historia De Resaca #3)

Ella: levántate y vete.
Mi dice: ¿estás segura?
Ella: creo que sí.
Mi dice: ¿crees?
Ella: bueno… no lo sé… cabrón adorable…
Mi dice: sabes que siempre he sido sincero, en ningún sitio venía escrito que esto tenía que salir bien, y además soy un desastre.
Ella: lo sé, y eso me jode más aun, cabrón, pero no soporto compartirte, levántate y vete, YA!

Me levanté de la cama despacio, su sexo todavía estaba húmedo, regado por la felicidad efímera de los placeres de la carne, yo aun estaba borracho y ella era realmente preciosa, con su peinado francés y su boca de sangre. Dirigí una mirada hacia su escote por última vez, entre las sábanas, donde compartimos largos y buenos ratos. Ella seguía siendo perfecta incluso desde el frío que ahora nos habitaba.

Ella: David, borra mi teléfono, mi correo, quiero olvidarme de ti para siempre, no llames y sobre todo no me escribas, ni escribas esto en ninguna de tus jodidas historias de resaca.
Mi dice: no prometo nada mi niña.
Ella: no me llames así, ya no.

Di una vuelta por la habitación, intenté grabar en mi retina los detalles, las lámparas cubiertas de fulares rojos y verdes, el cenicero abarrotado de hierba, el portátil con la banda sonora de aquellas noches, creo que sonaba Eddie Vedder o tal vez Thom Yorke, no lo recuerdo. Toqué las láminas de Larry Clark con los dedos como si la estuviese acariciando a ella, a ella que me miraba abstraída desde la cama, veía el dolor en su mirada mezclado con el fuego que a pesar de todo aun existía entre nosotros. Me acerqué a la estantería donde yacían alguno de los libros que la preste, Ajmatova, Fromm, y su jodido y amado Dylan Thomas.

Mi dice: el de Mayakovsky te lo regalo… bueno, los demás también, qué carajo.
Ella: no los quiero, llévatelos.
Mi dice: pues regálaselos a alguien, quizá le sirvan más que a mi, más que a ti, quizá otros aprendan algo, quizá tengan más suerte en otro estante, sobre otra balda, en otras vidas, regálalos o préndelos fuego. Tu misma mi niña.


Salí de la habitación, crucé el pasillo. A veces uno se da cuenta de lo que tiene cuando lo pierde, yo me di cuenta en ese pasillo, no necesité más tiempo, fue nuestro último baile, nuestro último tango, ya no había marcha atrás, sólo ese jodido y desesperante escalofrío en la espalda que anunciaba el error.

Abrí la puerta y suavemente baje las escaleras en forma de caracol, estaba de nuevo en la calle, solo, deportado de su vida, condenado al exilio de la madrugada, la luz ya no brillaba roja en la ventana, ella dormía o tal vez lloraba, no lo sé.

Aun era de noche, respire hondo, tenía un enorme y asfixiante nudo en la garganta, en la acera de enfrente unas chicas se besaban en los labios con pasión, el amor se abría paso en otros rostros. Busque un bar donde olvidarla, todavía quedaba noche por delante.


Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)



7 sept 2010

El Incidente. ( Historia De Resaca #11)

 Por los errores del pasado.

Corría la brisa de verano, un verano diferente, hará unos doce años, casi tanto como un buen whisky de malta. En aquellas nos reuníamos siempre en el mismo garito, sobre la misma barra, caían las horas muertas en “Guinea”, así se llamaba, creo…
Era un lugar de esos donde el verano no entraba ni por asomo, pasaba de largo, allí siempre hacia un calor inhumano, era una sartén y nosotros los frijoles, o mejor aún, los huevos. Era el mismísimo infierno, un día hasta encontré allí a Lucifer tomando algo.

Mi dice: coño Lucifer!!
Lucifer: ey, no tengas prisa por charlar conmigo ahora, créeme, tendremos toda la eternidad para filosofar, pero todavía no ha llegado tu momento. (Risas, suyas, por supuesto)

En definitiva Guinea era un sitio pequeño, estrecho, mugriento, donde sudábamos como cerdos mal olientes y bailábamos rock de manera convulsa  y descerebrada, pocas chicas pasaban por allí, pocas valientes, así que nos declarábamos nuestro amor heterosexual cada noche, era un pequeño ritual, un poco de pogo y puñetazos en el costado y los riñones, puñetazos mientras bebías, mientras pedias, mientras mirabas la hora, mientras salías fuera a coger aire y mirabas a las niñas pasar con su minifalda entrando con descaro en el pafeto de al lado, e ignorándote.

Recuerdo caer en el suelo de ese bar medio muerto decenas de veces, era un ring de boxeo, y era nuestra historia y así la hicimos, a base de alcohol y puños, un chupito era un te quiero y un puñetazo en las costillas un beso, a veces había incluso morreos en forma de patada voladora,  nos dábamos hostias a reventar. Vi a un amigo ebrio partir azulejos con el codo, vi a otro apagarse ardientes cigarrillos en el brazo, (¿o era el mismo?), a otro partirse la camisa como Camarón y a otro partir camisas que no eran suyas y salir corriendo para al rato volver y recibir besos y morreos y te quieros a mansalva, pero eh, desde el cariño.

Eran buenos tiempos, el amor y la locura reinaban sobre nuestras almas, cuando despertaba y veía los moraos pensaba “cuanto me han querido anoche, que suerte tengo, que buenos colegas”.

Los servicios del antro ni que decir tiene, siempre ocupados, pero no por vejigas a punto de estallar, más bien narices a punto de estallar, consumíamos de todo y todo nos consumía poco a poco, a unos más que a otros, yo nunca fui de drogas duras, llamarme clásico, lo mío con el alcohol fue amor a primera vista y punto, si, probé las drogas como todos, pero a mí lo que de verdad me sedujo para siempre fueron los vapores etílicos, otra historia de amor de las que matan. Por aquellas era capaz de tumbar bebiendo a un rinoceronte o un elefante,  daba igual, besaban la lona del ring si o si.

Pero volvamos al garito y al incidente y dejémonos de nostalgias y ñoñerías.

Esa noche estaba con mi compadre Antuan, Antuan era y es mi amigo de toda la vida, un chico de buena casta, un tío de corazón noble, inteligente y guapo a rabiar, pero ya sabes, cuando uno inicia un camino como el que nosotros comenzamos, un día se es el Dr. Jekyll y al otro Mr. Hyde. Si la mayoría estábamos perdidos, él  andaba mas perdido que nadie.

Esa noche Antuan y yo bebíamos apoyados en esa magnífica barra, sin prisa pero sin pausa, whisky tras whisky la madrugada se iba hablando de nada. Estando alli se nos acerco un tipo algo mayor que nosotros, imberbe, pelo corto, polito de rayas, era francés, bueno, solo al principio.

Francés: alo chicos! ¿Como va? ¿Unos chupitos?
Mi dice: claro hombre (palmadita en la espalda)
Antuan: ¿de dónde eres tío?¿francés?(palmadita en la espalda)
Francés: no!!!  Nada de eso, soy Bretón, B R E T O N ¡!
Antuan: vale tío, relájate, pues Bretón, qué más da.
Francés: no es igual, los bretones no somos franceses!

El caso es que el Francés-Bretón nos invito a unos chupitos de lo que él bebía, ese bretón era muy raro, mezclaba Tequila y Cuantro y otro licor hortera que evidentemente no recuerdo, era un chupito potente y dulce, cayeron tres o cuatro por barba, y claro, la noche se fue animando y el Francés-Bretón soltando y envalentonando.

Francés-Bretón: los bretones bebemos más que nadie, ningún francés ni español bebe más!!
Mi dice: ok amigo lo que tu digas
Francés-Bretón: LOS BRETONES BEBEMOS MAS QUE NADIE, NINGÚN FRANCÉS NI ESPAÑOL BEBE MÁS!!

El Bretón seguía triunfante y parlante, ahora nos tocaba invitar a nosotros, ya sabéis, igualdad libertad y fraternidad, pero ups, hacia ya rato que estábamos a puerta cerrada y con la luz dada, así que no nos dejaron pedir más en el garito, nos agachamos pasamos la verja y salimos a la calle, bajo la luz de neón vi que íbamos bastante cargados, pero el Bretón quería mas…

Francés-Bretón: los bretones bebemos más que nadie, ningún francés ni español bebe más!
Me debéis unos chupitos!! Me debéis unos chupitos!!

El Bretón me tenía un poco harto con tanto grito y tanto yo más y yo más y yo más, y entonces mi colega Antuan hilo fino, pensó. Ese verano Antuan regentaba el bar del camping de ese pueblo de costa donde estábamos, el camping estaba a 5km en coche del pueblo, pero no era un problema, Antuan tenía carro, un viejo Corsa dos puertas. Todo arreglado.

Antuan: ¿Bretón?¿ quieres esos chupitos? pues vamos!

El Bretón no sabía donde se metía, estaba entrando de lleno en las fauces del lobo, se iba a jugar el titulo mundial de los pesos pesados con dos pesos muy pesados y muy en forma. Fuimos al coche, el Bretón desconfiaba, no quería subir, le convencimos dejando que se sentase delante, el coche era un dos puertas y no quería ir detrás, no me preguntéis porque. Tras un breve trayecto llegamos al camping que estaba situado en la ladera de la montaña, dejamos el coche abajo y subimos la cuesta de la ladera andando hasta el bar, Antuan saco las llaves y abrió el garito, serian las 5 de la mañana y a partir de ahí todo sucedió muy rápido.

Mi amigo se puso tras la barra, le explicamos al Francés-Bretón que nuestra bebida típica era la Cazalla, una bebida blanca de color trasparente , anís seco aderezado con algo de veneno y que se bebe con agua, también trasparente.  Siempre he pensado que la Cazalla lleva un ingrediente secreto, por qué chico ese brebaje te machaca el alma y te pone a volar como el mejor acido de doble gota. Y con la que ya llevábamos los tres lo que quedaba de noche solo podía ser o fabuloso o desastroso.


Antuan saco una botella y empezó a servir, uno, dos, tres, cuatro, cinco, chupitos, el Bretón mantenía el tipo, seguía farfullando lo mismo, LOS BRETONES BEBEMOS MAS QUE NADIE!!,  Seis, siete, ocho cazallas, el Bretón empezaba a flojear, seguía vacilando pero ya apenas se le entendía, los asaltos iban cayendo, sus piernas no bailaban igual, era Foreman pereciendo ante el clan de los Ali, sus ojos comenzaban a balancearse de lado a lado, de arriba abajo, en blanco, pero seguía farfullando, no callaba, nosotros tampoco andábamos muy allá, pero jugábamos en casa y en algún que otro chupito Antuan solo llenaba nuestros vasos de agua trasparente. Nueve, diez, once, k.o. técnico, el  Bretón se desploma sobre la barra, vomita a ráfagas, vuelve a echarla, logramos sacarlo fuera entre Antuan y yo, de los hombros, como a los toreros mal heridos, como al boxeador que ha caído en el último asalto. El Bretón ya no farfulla, por fin ha callado, se golpea en la cabeza contra la verja mientras le bajamos arrastras por la cuesta y lo tumbamos boca abajo sobre la arena. Antuan miro su bolsillo, cogió su cartera, nueva, de marca, si, era Bretón y con dinero, Antuan metió la mano saco unos billetes y volvió a meter delicadamente la cartera en su bolsillo. Lo dejamos allí, respiraba, tenia pulso y estaba a 5 km de todo y de nada, herido y convulso como el perro ladrador que era y que no supo morder.

Montamos en el Corsa y nos largamos, yo miraba al Francés-Bretón por el retrovisor mientras nos alejábamos y pensaba en su duro despertar, en su resaca brutal y en su caminata hasta la urbe, pobre alma en pena, pobres almas en pena, no éramos hombres por aquellas y aun dudo que ahora seamos algo más que niños jugando a ser adultos.


Mi dice: Antuan, habrá que ir algún día a la Bretaña.
Antuan: por supuesto.















Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)

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