22 jun 2010

Lo Único Que Importa. ( Historia De Resaca #1)

A quien pueda interesar.

Es domingo en madrugada. Hoy he decidido parar, llevo unos seis días seguidos de borrachera y resaca y borrachera y resaca, Heineken me ha hecho cliente V.I.P. y Mahou me ha regalado un par de toallas de playa, que lujo.

Pero hoy cuando la crisis global nos azota con más fuerza que nunca, cuando nuestro querido presidente y su opositor siguen demostrando su ineptitud, hoy, en medio de la decadencia habitual, he decidido llamar a las puertas del cielo, aterrizar en la buhardilla, sentarme en el suelo junto a la ventana con sus barrotes y su coraza y escribir en esta sucia página en blanco que me mira y me dispara.

Busco en mi memoria alguna aventura, alguna jodida e insulsa historia de resaca que contarte, un trocito de mis días y de mis noches que compartir contigo, pero me digo “estas pajas mentales no le interesan, son solo palabras que llenan un tiempo vacio de ti, mi tiempo vacio de ti”.


Y la noche avanza.


Tengo en la mano un rioja peleón cosecha de antes de ayer, que me raspa esta garganta rota por los excesos y me recuerda justamente todo lo que no quiero recordar, raspa en la herida con la que tú y yo cargamos.


Y en esta noche donde me alimento de vino la euphoria no llega, solo llega el silencio con tu latido, y mientras lo saboreo pienso en las mujeres que han pasado, en todas las carreteras recorridas que murieron en carreteras cortadas, en sus recovecos, manías, en todas las almas descosidas, en cada lugar transitado por nuestra risa. Pienso en cada momento a tu lado y en las palabras más sinceras y más puras que jamás te he dicho.


Estoy emborrachándome de ti mientras sorbo de la copa rota otro trago y escucho el centellear de las estrellas. Esa que ves ahí, la que más brilla, eres tú en lo alto del cielo, porque tú eres la sonrisa que me guía, la cruz del tres en raya, mi última parada. 

En esta historia de resaca no hay diálogos, no hay “mi dice”, ni Gretas, ni morenas, ni finales sobre la arena, ni porteros cabrones, ni niños bien. En esta historia solo estamos tú y yo, por que el azar con su tirada de dados así lo ha querido.

Lanzo una mirada a la calle deshabitada, al hotel de enfrente que apaga sus vidas y sus luces.
Suena Dylan en lo profundo, son casi las cuatro de la mañana, la noche avanza. Llevo dos botellas de vino en el pecho y creo que por fin llega el sueño con tu recuerdo que se extiende sobre la palma abierta de mi mano.

Y amigo mío, antes de que el sueño me venza, y si este caótico desorden de palabras te ha interesado, permíteme un consejo; nunca jamás olvides, como olvide yo durante un tiempo, que cuando la noche cae, lo único que importa es ella.



Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)

 

17 jun 2010

EL Diablo Tiene A Mi Mujer (Historia De Una Resaca #10)

Lo encendió con la pausa y la quietud que da el bagaje nocturno, sus largos y finos dedos agarraban el pitillo con el arte propio de la “Garbo”, ella estaba detrás de la barra como una amazona guerrera. Exhaló el humo del tabaco a través de sus labios, tomo la copa y vacio su vodka.

El tiempo pasaba lento en ese bar.


Tenía el pelo rojo y ondulado como la bandera rusa, la piel blanca y los ojos mas azules que ha contemplado el universo conocido, un acento del este que liquidaba, y por dios, las piernas más bellas de Euroasia. No llevaba mucho tiempo trabajando en aquel bar, todavía no estaba contaminada por la oscura energía de esta ciudad sumergida en la niebla, y eso se notaba. Ella deslumbraba. Ella hacia pequeño el infinito.


Yo por aquellas seguía en la cruzada de la noche, el trabajo escaseaba y el tiempo sobraba. Simplemente esperaba que los días pasasen y se llevasen lo que se tenían que llevar, andaba perdido y desmejorado, no ha cambiado mucho la cosa desde entonces…

Estaba solo, al otro lado de la barra viendo caer la aguja del reloj con su tic-tac eterno, viendo caer la tristeza dentro del vaso, pero amigo, mirándola a ella el dolor se esfumaba en cada trago, era morfina para la herida más dura.

Cruzamos la mirada furtivamente un par de veces, entre bambalinas, discretos, mientras pasaban las horas y la luz del bar moría. Skip James cantaba que “El diablo tenía a su mujer”, que ironía, esa noche el diablo era una mujer y yo quería tenerla.


A eso de las tres de la madrugada mientras el humo dibujaba estrellas sobre el ventilador, ella exclamo -¡vamos!, ¡todos fuera!,! no hay nada que ver aquí ya!- los corderitos del bar salieron a trompicones entre risas gritos y quejas. Yo no.


Me quede sentado y pregunte “ ¿me sirves otra?”, ella dio la vuelta, abrió una cámara, y sirvió.


Greta: te la sirvo, pero solo si me acompañas con mi vodka.

Mi dice: ni lo dudes.
Greta: te he visto antes, el chico de las 1906, llevas muchas y no estás borracho, pareces ruso, preocupante.
Mi dice: yo también te he visto, la chica del vodka, llevas muchos y no estás borracha, más preocupante aun.

El disco salto de golpe, se acerco al equipo y puso Coltrane, bajo las luces y cerró la puerta, movió su cuerpo junto al mío, eso sí, en la esquina de la barra, marcando distancia; tu borracho. Yo camarera. Aquí mando yo, baby.


Greta: ¿que te trae por aquí?

Mi dice: imagino que lo mismo que al resto, ¿y a ti?, eres rusa, ¿verdad?, un poquito lejos.
Greta: de Georgia, soy de Georgia que no es lo mismo.
Mi dice: perdón chica de Georgia, no pretendía ofender.
Greta: ofendiste, ahora tendrás que hacer algo para arreglarlo señor 1906.
Mi dice: ok, pida usted por esa boca señorita.
Greta: fácil, bésame.

La bese, la bese sobre la barra, sobre las cámaras, en el almacén, derretimos el hielo de la estepa rusa encima de las mesas, bajo de las sillas, sobre el suelo frio que al final no era tan frio, desgaste mis rodillas contra aquel parquet resquebrajado a ritmo de blues, dejamos las diferencias Hispano-Georgianas a un lado, tu Eristoff, yo Mahou, tu stroganofff, yo paella.


El disco volvió a saltar, me levante y lo cambie, pensé que era un buen momento para servirme otra cerveza, ella seguía en el suelo sobre la alfombra encendiendo un pitillo, pero algo era distinto, Greta lloraba.


Mi dice: Greta, niña, ¿Por qué lloras?
Greta: no lo sé.

Lie un cigarrillo tumbado a su lado, miramos el ventilador girar sobre nuestras cabezas una y otra vez, me abrazo y siguió llorando con una emoción indescriptible sobre mi pecho. Fumamos, bebimos, apenas hablamos, Miles Davis sonaba en el garito y Greta lloraba de nuevo.

Al cabo de un mes y sin previo aviso la chica de las piernas eternas dejo de estar al otro lado de la barra, en su lugar yacía un camarero poco agraciado, lo llame.

Mi dice: hola, ¿no está Greta por aquí?
Camarero: no, ¿eres David?
Mi dice: si, soy yo.
Camarero: tengo algo para ti.

El camarero me pasó un sobre blanco, lo abrí rápido, muy rápido, había una nota que decía; “Mi hermano ha muerto en un atentado de los rusos, he salido del país sin billete de vuelta, bébete una 1906 en mi nombre y un vodka a la salud de los dos. Creo que te quise.”

Pedí una 1906 y la vacié de trago, y después otra y otra y otra y luego una larga amarga e interminable serie de vodkas secos a la salud de Greta y de los lobos solitarios y de las estepas georgianas y de Skip James. Me toque las quemaduras de las rodillas y recordé el olor a vida de sus cigarros, el aroma a pájaro libre que habitaba en su llanto.

Que irónico, esa noche y el resto de las cien noches que la espere, quien termino llorando fui yo. El diablo, tenia de nuevo a mi mujer.



Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)

10 jun 2010

El Mejor Pitcher Del Mundo (Historia De Una Resaca #9)

Cuatro de la tarde. Cuarenta grados. Un calor abrasador. Me resguardaba del sol tumbado en el césped bajo la sombra de una palmera y escondía mi rostro en el sombrero de paja regalo de mi amigo Pol.

Iba por el quinto tercio de cerveza y me llevaba unas horas sacándole formas a las nubes, lo sé, es un juego estúpido pero cuando el calor y la cerveza aprietan las estupideces resplandecen.

En el preciso momento en el que estaba dibujando botellas en el cielo, me empezó a invadir un fuerte olor a mar, pero a mar profundo, a mar cerrado, a océano, no a este mediterráneo babosón que tenia a escasos metros.

Alcé la vista y observé como una multitud de gente de camisas horteras se arremolinaba en la orilla. Me pudo la curiosidad, levante mi tostado culo de ese minúsculo trozo de hierba y caminé hacia allí, cada paso por la arena era como pisar la lava de un volcán, una hoguera de San Juan eterna. Mientras caminaba pensé que quizá lo de la orilla sería un ahogado, o mejor aún, una muchacha a la que las olas le habían jugado una mala pasada con el bikini, o una sirena encantada, o vete tú a saber qué.

Por fin llegué, fui apartando tíos mazados, abuelos, tumbonas, críos, balones, castillos de arena, palas… el olor a mar podrido era cada vez más y más intenso, hasta que lo vi.
No era posible, no daba crédito, alguien debía de haber echado acido en mi cerveza o algo así, eso no podía estar pasando en mi playa, en el mediterráneo, ¡estamos todos locos!.
Pero allí estaba, firme, enorme, grande como ella sola, diría que unas 50 toneladas y unos 20 metros de largura, eclipsaba el sol, lo tapaba todo, una negra y jodidamente grande ballena jorobada.

¿Qué carajo haces tú aquí? la pregunte en voz alta, como era de esperar no respondió, permanecía quieta con la cabeza sobre la orilla y la cola cara al mar, los ojos cerrados como persianas, e inmóvil, inerte hasta decir basta. Nadie sabía si la jorobada estaba viva o muerta, un viejo se acerco a mí, y allí estábamos los dos, un paso por delante del resto del gentío, ocupando la misma base en el campo de juego, frente al ojo izquierdo del animal, codo con codo.

El viejo golpeo dos veces con su bastón en las branquias de la ballena como quien golpea a un saco, y de pronto la ballena abrió el ojo, estaba viva y bien viva, fijo su vista en el anciano, lo miro, y lentamente giro la cola y lo bateo como el mejor pitcher del mundo batea a una pelota, elevando al viejo por el aire, situándolo en el punto justo de ebullición para su boca, AMMM, se lo trago de un bocado, sin masticarlo, con sombrero y bastón y baraja de cartas y puro y todos los huesos y los músculos de su ser, se lo comió como a una anchoa del cantábrico, no corrió ni dos bases.

Un gran OH! invadió la playa, estallaron infartos, se cortaron los cortes de digestión, lloraron las almejas, y de nuevo, el silencio.


Tras un mínimo lapsus de tiempo la ballena volvió a levantar el ojo, lo clavo en mí, en mi inmovilidad, en mi tembleque, yo miré dentro de ese gigantesco cuenco de venas, esperaba ver al viejo asomarse por el iris o romper el cristalino para escapar. Pero nada, ese ojo con sus venas rojas tan grandes como mis brazos era el espejo de la bruja del cuento que ahora reflejaba mi muerte, sería el siguiente en salir a jugar, en ser bateado aliñado y tragado, el siguiente “Home Run” de la tarde en el estadio, me sentí Jonás en el interior de la ballena, prometí a Jesús a Mahoma a Buda y a Moisés que predicaría en el desierto, que sería eternamente célibe, que no bebería toda la cerveza que aun me quedaba por beber, y que no volvería a pensar nunca más en Natalie Portman.

Cuando ya daba la vida por perdida, la ballena con el impulso de una ola giró sobre sí misma y se adentro en el mar, se fue como vino, de la nada y por la nada. Respire hondo, deje a la multitud y me acerque raudo y veloz al chiringo, mi pulso necesitaba un trago.

Mi dice: niña, ponme un tequila.
Camarera: que pasaba ahí David?
Mi dice: nada, una ballena con espíritu de pitcher que pasaba por aquí a batear.
Camarera: jajajaja estás loco tío, cada día más.
Mi dice: quizá mi niña, pero nunca, nunca juegues al béisbol con el mejor pitcher del mundo.



Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)