17 jun 2010

EL Diablo Tiene A Mi Mujer (Historia De Una Resaca #10)

Lo encendió con la pausa y la quietud que da el bagaje nocturno, sus largos y finos dedos agarraban el pitillo con el arte propio de la “Garbo”, ella estaba detrás de la barra como una amazona guerrera. Exhaló el humo del tabaco a través de sus labios, tomo la copa y vacio su vodka.

El tiempo pasaba lento en ese bar.


Tenía el pelo rojo y ondulado como la bandera rusa, la piel blanca y los ojos mas azules que ha contemplado el universo conocido, un acento del este que liquidaba, y por dios, las piernas más bellas de Euroasia. No llevaba mucho tiempo trabajando en aquel bar, todavía no estaba contaminada por la oscura energía de esta ciudad sumergida en la niebla, y eso se notaba. Ella deslumbraba. Ella hacia pequeño el infinito.


Yo por aquellas seguía en la cruzada de la noche, el trabajo escaseaba y el tiempo sobraba. Simplemente esperaba que los días pasasen y se llevasen lo que se tenían que llevar, andaba perdido y desmejorado, no ha cambiado mucho la cosa desde entonces…

Estaba solo, al otro lado de la barra viendo caer la aguja del reloj con su tic-tac eterno, viendo caer la tristeza dentro del vaso, pero amigo, mirándola a ella el dolor se esfumaba en cada trago, era morfina para la herida más dura.

Cruzamos la mirada furtivamente un par de veces, entre bambalinas, discretos, mientras pasaban las horas y la luz del bar moría. Skip James cantaba que “El diablo tenía a su mujer”, que ironía, esa noche el diablo era una mujer y yo quería tenerla.


A eso de las tres de la madrugada mientras el humo dibujaba estrellas sobre el ventilador, ella exclamo -¡vamos!, ¡todos fuera!,! no hay nada que ver aquí ya!- los corderitos del bar salieron a trompicones entre risas gritos y quejas. Yo no.


Me quede sentado y pregunte “ ¿me sirves otra?”, ella dio la vuelta, abrió una cámara, y sirvió.


Greta: te la sirvo, pero solo si me acompañas con mi vodka.

Mi dice: ni lo dudes.
Greta: te he visto antes, el chico de las 1906, llevas muchas y no estás borracho, pareces ruso, preocupante.
Mi dice: yo también te he visto, la chica del vodka, llevas muchos y no estás borracha, más preocupante aun.

El disco salto de golpe, se acerco al equipo y puso Coltrane, bajo las luces y cerró la puerta, movió su cuerpo junto al mío, eso sí, en la esquina de la barra, marcando distancia; tu borracho. Yo camarera. Aquí mando yo, baby.


Greta: ¿que te trae por aquí?

Mi dice: imagino que lo mismo que al resto, ¿y a ti?, eres rusa, ¿verdad?, un poquito lejos.
Greta: de Georgia, soy de Georgia que no es lo mismo.
Mi dice: perdón chica de Georgia, no pretendía ofender.
Greta: ofendiste, ahora tendrás que hacer algo para arreglarlo señor 1906.
Mi dice: ok, pida usted por esa boca señorita.
Greta: fácil, bésame.

La bese, la bese sobre la barra, sobre las cámaras, en el almacén, derretimos el hielo de la estepa rusa encima de las mesas, bajo de las sillas, sobre el suelo frio que al final no era tan frio, desgaste mis rodillas contra aquel parquet resquebrajado a ritmo de blues, dejamos las diferencias Hispano-Georgianas a un lado, tu Eristoff, yo Mahou, tu stroganofff, yo paella.


El disco volvió a saltar, me levante y lo cambie, pensé que era un buen momento para servirme otra cerveza, ella seguía en el suelo sobre la alfombra encendiendo un pitillo, pero algo era distinto, Greta lloraba.


Mi dice: Greta, niña, ¿Por qué lloras?
Greta: no lo sé.

Lie un cigarrillo tumbado a su lado, miramos el ventilador girar sobre nuestras cabezas una y otra vez, me abrazo y siguió llorando con una emoción indescriptible sobre mi pecho. Fumamos, bebimos, apenas hablamos, Miles Davis sonaba en el garito y Greta lloraba de nuevo.

Al cabo de un mes y sin previo aviso la chica de las piernas eternas dejo de estar al otro lado de la barra, en su lugar yacía un camarero poco agraciado, lo llame.

Mi dice: hola, ¿no está Greta por aquí?
Camarero: no, ¿eres David?
Mi dice: si, soy yo.
Camarero: tengo algo para ti.

El camarero me pasó un sobre blanco, lo abrí rápido, muy rápido, había una nota que decía; “Mi hermano ha muerto en un atentado de los rusos, he salido del país sin billete de vuelta, bébete una 1906 en mi nombre y un vodka a la salud de los dos. Creo que te quise.”

Pedí una 1906 y la vacié de trago, y después otra y otra y otra y luego una larga amarga e interminable serie de vodkas secos a la salud de Greta y de los lobos solitarios y de las estepas georgianas y de Skip James. Me toque las quemaduras de las rodillas y recordé el olor a vida de sus cigarros, el aroma a pájaro libre que habitaba en su llanto.

Que irónico, esa noche y el resto de las cien noches que la espere, quien termino llorando fui yo. El diablo, tenia de nuevo a mi mujer.



Un relato de: David P. Zarain ( http://davidzarain.blogspot.com/)
Ilustrado por: Ivan De Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)

4 comentarios: