Llagas de morfina en la boca de los cielos, el señor R. despachando tras la barra balas de plata, tú, rubia loca desgastando la existencia con tus zapatos rojos de tacón en un ir y venir al despacho de los enfarlopados, opiáceos ocultos en la oscuridad de la tarde como palabras del infierno y el desprecio esperando cual cita a ciegas en la mesa de terraza que ocupa este, mi cuerpo desmembrado.
En la boca, la luz de la resaca de la noche anterior que continúa. La lengua de gato, etílicas las pupilas perecen en esta tarde de domingo, tarde larga de ser sin estar, estar sin ser, sentado en el camino de la historia, cortándola el paso o tal vez aniquilándola, poco a poco, vaso a vaso, lingotazo a lingotazo.
Una mesa para mi sólo, un espacio inexistente a tus ojos en los aledaños de la catedral con tres sillas vacías contemplándome. Ha caído la media tarde y una luz endiablada descose mis párpados, el sustento de un libro entre los dedos camufla la soledad que me habita como un enorme mono drogadicto ansioso de cerveza; cuatro cañas y la vida es beautiful.
A ambos lados de mi mesa, estudiantes locos, vivos, intempestivos, parlotean alto, alto y más alto, es agradable oír la vida florecer en el séptimo día… y frente a mí, delante de todos los comienzos: El amor tallado sobre la roca.
Él, con los dedos pegados a ella, imantados a la raza, ráfagas de hormonas embriagadas de paseo por el valle de la vida, sensualidad envuelta en carne y volumen. Ella, con mirada felina lo desnuda y lo engancha por la nuca, se observan, se miran, se consumen. Acercan sus fosas, el tiempo se para, la luz se esconde, vibran ráfagas de deleite y placer, una mariposa aletea en el polo norte cuando un arpón rompe el hielo de una base naval americana, ellos se miran y Túnez se rebela, la rebeldía prendida en la mirada del amor sincero, la pureza en la antesala de la erupción previa a la tormenta, el tiempo al mismo tiempo. En Australia a estas horas duermen, y aquí, ahora, está sucediendo el amor, se está haciendo el amor en la terraza.
Con la chispa de la vergüenza encendida él permanece tieso. R. trae otra caña a mi mesa, -esta vez invita la casa-, o mejor dicho me invita R. (Es un gran tipo), genuino, con mirada de gentleman. Los chicos de enfrente siguen dilatados, lubricados en emociones de atracción como dos orbes derrapando a escondidas por la vía láctea, éxtasis de todas las segregaciones, testosterona envuelta en paños de alcohol, feromonas en el aire pululando, y los estudiantes gritan y chillan. Hacen monadas. Sudan.
No ven la magia porque no entienden del silencio, no entienden que para ver la dilección de la vida hay que estar invadido por la calma o la cerveza, a fin de cuentas, ebrio, con faldas de locura caminado por las vertebras, ¿eh rubia?, como en los “good times” rubia, como en los buenos tiempos quebrantados, pedazos de piel desollada en los andenes, necrosis en el alma, raíles de voluptuosidad y descaro, carnavales en enero bajo la terraza de los rayos del sol en los albores de las catedrales de piedra.
-Otra birra R!- y ya van seis balas, todavía queda algo de mortero en la recamara, ¿jugamos una ruleta rusa J.? (esta camarera creo que me odia, y no la culpo. Yo la aprecio).
Cruza la calle una bolsa de rebajas meneada por el viento de lado a lado, el fósil de la existencia sigue vivo en la mirada de ellos, los enamorados, angelicales, caninos, vírgenes. Enganchada a su melena; ella. Enfermando de amor por su cadera; él. Me aproximo de lejos a sus intuiciones, agudizo los sentidos, ya casi puedo escucharlos, penetro a golpe de vista en sus adentros, en las paredes de su alma, tan cerca de sus gaznates que puedo sentir los jugos, una obertura de Linces hambrientos desbocados hasta besarlos con mis labios beodos en la frente.
Sus silencios fueron las palabras de amor más hermosas que jamás nadie haya escuchado. Sus silencios en el rugir de la vida, la erección de la savia hirviendo por las venas incorruptas, y después, los castos sollozos del que fuera rey de la manada.
De vuelta, en la mesa sólo hay vasos y sillas desplomadas, los estudiantes ya no chillan, y mientras, en Australia la vida se levanta.
-Puedo recoger los vasos David, es hora de cierre.
-Claro R., solo tienen valor sentimental.
Todas Las Historias De Resaca En: www.historiadeunaresaca.blogspot.com
Ilustrado por: Ivan Hojas (http://astrogorestudio.wordpress.com/)
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